Los contenidos y el sistema de enseñanza de las Matemáticas — que no han variado sustancialmente en años —, y no los profesores que las imparten, son causas del alto fracaso escolar en esta materia, afirmación en la que coinciden los especialistas consultados de diferentes niveles educativos. «El fracaso se debe encontrar en que el alumno no adquiere las competencias adecuadas para desarrollarse como ciudadano, implicado en una sociedad más compleja y exigente», afirmó al periódico digital http://www.levante-emv/ el decano de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la Universitat de València, Rafael Crespo.
En su opinión, el error en la enseñanza de esta asignatura «es convertirla en actividades mecánicas. El modelo tradicional de aprendizaje nos lleva, incluso, a tener alumnos que sacan buenas notas porque reproducen lo que decimos pero luego son incapaces de resolver situaciones reales».
Debe basarse en «tener claro los objetivos y qué competencias debe tener el alumno porque, si no, obtendrá un modelo en el que sólo hay reproducción y no aprendizaje. El niño debe aprender a pensar por sí mismo, a disfrutar planteándose retos y el profesor debe saber utilizar los recurso didácticos, potenciar su habilidades. O se aburrirá».
En opinión de Alberto Conejero, profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Politécnica de Valencia — que acaba de organizar las Pruebas Cangur en Gandia para alumnos de ESO y Bachillerato —, «los universitarios no deberíamos quejarnos de cómo acceden los estudiantes. Llegan con el nivel de Secundaria. Podríamos decir que debería ser más alto, pero el sistema educativo es el que es».
Para el decano Crespo, los estudiantes, en general, «llegan a la Universidad con poca base, no sólo en conocimiento sino en esquemas de razonamiento. Se ha abandonado la demostración, es decir, la capacidad de deducir. Llegan con un bagaje de conocimientos disperso; sabe hacer muchos sistemas de ecuaciones dos por dos, pero no sabe para qué usarlos».
Conejero, que imparte en Informática, considera que el problema es que «se comprende que se fracase en Matemáticas: porque son abstractas, difíciles. Y, en ocasiones, a los estudiantes les cuesta ver su utilidad, busca recetas. Falta gusto por saber las cosas de memoria. Les falta tener una visión global. A veces se conforman con tener una idea, pero deben practicar, coger hábitos. Cuantas más cosas tengan en la memoria, mejor». Y eso que «el concepto de las Matemáticas de hace 20 años, con demostraciones muy largas, se ha ido simplificando» señala.
Distinta opinión ofrece Vicente Juan, profesor en Instituto y miembro del Grupo O de renovación pedagógica. «Hay falta de ajuste con los tiempos y las necesidades de formación adecuada para adolescentes. El curriculum está orientado al desarrollo y adquisición de técnicas lo que genera respuestas negativas. Se plantea adquirir técnicas, reproducir, imitar procedimientos», asegura.
Según subraya, en una época en que «contamos con instrumentos como la calculadora o el ordenador que hace mejor que nosotros las aplicaciones, perdemos mucho tiempo con el cálculo o en que los alumnos aprendan a multiplicar, en técnicas obsoletas, que nunca van a usar. Son las mismas reglas que en la Edad Media. Pero las Matemáticas tienen un inmenso poder».
No piensa así Rafael Crespo. «Existe la idea (perversa) de que las nuevas tecnologías sustituyen habilidades de razonamiento. Facilitan la tarea reproductiva pero no la especulativa. Pero no coartan la formación; bien usados facilitan el aprendizaje» apunta mientras que el profesor Conejero comenta que «deben dominar el cálculo mental. Cuantas más herramientas tengan en la cabeza mejor resolverán los problemas».
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