En el periódico digital, www.laopiniondemurcia.es, JOSÉ ALBERTO PARDO escribe el siguiente artículo, que por su interés aquí, en el Noticiario Matemático reproducimos:
Ni las calculadoras podían hacerle competencia. José María Pérez Piñero prefería dejar en manos de su privilegiada mente cualquier problema relacionado con los números. Geometría, trigonometría, cálculo integral eran sus dominios innatos y su aplicación a la arquitectura, su forma de hacerlos visibles a los ojos de todos.
Pérez Piñero nace el ocho de enero de 1932 en Madrid, ciudad donde estaba destinado su padre como ingeniero militar. Este se traslada después a Valencia, donde nacería Emilio, hermano de José María, y cuando estalla la Guerra Civil ambos vuelven con la madre a Calasparra, pueblo natal de toda su familia. Allí pasarían el resto de la Guerra Civil y sufrirían el encarcelamiento de su padre una vez acabada la contienda.
El bachillerato lo cursa en dos etapas, primero en Calasparra, bajo la tutela de su padre, recién llegado de cumplir condena por 'rebelión militar' (como llamaban a mantenerse fiel a la República), y posteriormente como alumno de los Escolapios de Albacete, en la casa de su tío Pedro.
Ya a mediados de los cincuenta volvería a su ciudad natal, donde cursa la carrera de Ingeniería Industrial y permanece hasta 1964, año en el que ayuda a su hermano Emilio en la realización de una de sus primeras estructuras arquitectónicas desplegables: el Pabellón de Exposiciones 25 Años de Paz. Poco después volvería a Calasparra, donde permanece hasta su muerte, el pasado cinco de abril.
En la Región dedicaría su vida a trabajar con su hermano Emilio realizando las estructuras que les harían famosos. Durante esa época obtiene el grado de Doctor Ingeniero Industrial. La abstracción matemática ya le ocupaba todos sus pensamientos. "Déjenme en paz, porque sólo puedo hacer una cosa a la vez", solía decir cuando se solicitaba su atención y estaba trabajando en alguna cuenta.
Era también persona introvertida y nerviosa. Durante sus planteamientos matemáticos se le veía intranquilo, sentándose y volviéndose a levantar de inmediato de su silla de trabajo. Su sobrino Emilio afirma que su tío José María necesitaba una secretaria para trabajar, pero no una cualquiera, sino alguien que supiera plantear ecuaciones diferenciales. Recuerda también Emilio que, tras la muerte de su padre, durante unas vacaciones de verano, tuvo que colaborar con su tío para acabar de calcular la segunda capa inacabada de la cúpula del Museo Dalí de Figueras. Y al verano siguiente, cuando tuvieron que hacer la segunda fase de cubrición de un yacimiento arqueológico del siglo III en Tarragona, en el que aparecieron más de 2000 tumbas paleocristianas.
Para tener conciencia de cómo funcionaba su mente matemática baste decir que no se fiaba de las calculadoras, que por aquella época ¡ya hacían raíces cuadradas! Para obtener mayor exactitud en los cálculos, trabajaba con las Tablas de Logaritmos de Schrön, que tenían ocho cifras decimales en lugar de seis; sabía incluso de memoria multitud de logaritmos de los números y funciones trigonométricas que manejaba habitualmente y también las que no usaba tan a menudo.
Reconocía que no era hábil dibujando; pero esta carencia la suplía resolviendo problemas de geometría analítica, plana o esférica. También en trigonometría era infalible. Lo que no se sabía de memoria, lo deducía. Según su sobrino, en cálculo integral y diferencial era brillante. Cualquier cuestión que al joven le llevaba media hora o incluso una hora entera, para su tío era una solución inmediata. Tantas veces se había encontrado con la misma integral, o una parecida, que se la sabía de memoria. Y formaba parte de 'las inmediatas'.
Tampoco andaba precisamente cojo en el terreno de la mecánica, resistencia de materiales y elasticidad, química aplicada y, sobre todo, cuando ya iba siendo mayor, Ciencia de la Vida, pero esa ya es otra historia.
Tras la muerte de su hermano Emilio, en 1972, permaneció en Calasparra con su madre. Y cuando murió ella, en 2004, fue perdiendo paulatinamente el interés por las cosas de este mundo, "lleno de idiotas engreídos dedicados a ganar dinero explotando a los demás sin saber exactamente para qué". Hace unos días, el 5 de abril de 2010, a las cinco y media de la tarde, fue enterrado junto a su madre en el cementerio de Calasparra.
Pérez Piñero nace el ocho de enero de 1932 en Madrid, ciudad donde estaba destinado su padre como ingeniero militar. Este se traslada después a Valencia, donde nacería Emilio, hermano de José María, y cuando estalla la Guerra Civil ambos vuelven con la madre a Calasparra, pueblo natal de toda su familia. Allí pasarían el resto de la Guerra Civil y sufrirían el encarcelamiento de su padre una vez acabada la contienda.
El bachillerato lo cursa en dos etapas, primero en Calasparra, bajo la tutela de su padre, recién llegado de cumplir condena por 'rebelión militar' (como llamaban a mantenerse fiel a la República), y posteriormente como alumno de los Escolapios de Albacete, en la casa de su tío Pedro.
Ya a mediados de los cincuenta volvería a su ciudad natal, donde cursa la carrera de Ingeniería Industrial y permanece hasta 1964, año en el que ayuda a su hermano Emilio en la realización de una de sus primeras estructuras arquitectónicas desplegables: el Pabellón de Exposiciones 25 Años de Paz. Poco después volvería a Calasparra, donde permanece hasta su muerte, el pasado cinco de abril.
En la Región dedicaría su vida a trabajar con su hermano Emilio realizando las estructuras que les harían famosos. Durante esa época obtiene el grado de Doctor Ingeniero Industrial. La abstracción matemática ya le ocupaba todos sus pensamientos. "Déjenme en paz, porque sólo puedo hacer una cosa a la vez", solía decir cuando se solicitaba su atención y estaba trabajando en alguna cuenta.
Era también persona introvertida y nerviosa. Durante sus planteamientos matemáticos se le veía intranquilo, sentándose y volviéndose a levantar de inmediato de su silla de trabajo. Su sobrino Emilio afirma que su tío José María necesitaba una secretaria para trabajar, pero no una cualquiera, sino alguien que supiera plantear ecuaciones diferenciales. Recuerda también Emilio que, tras la muerte de su padre, durante unas vacaciones de verano, tuvo que colaborar con su tío para acabar de calcular la segunda capa inacabada de la cúpula del Museo Dalí de Figueras. Y al verano siguiente, cuando tuvieron que hacer la segunda fase de cubrición de un yacimiento arqueológico del siglo III en Tarragona, en el que aparecieron más de 2000 tumbas paleocristianas.
Para tener conciencia de cómo funcionaba su mente matemática baste decir que no se fiaba de las calculadoras, que por aquella época ¡ya hacían raíces cuadradas! Para obtener mayor exactitud en los cálculos, trabajaba con las Tablas de Logaritmos de Schrön, que tenían ocho cifras decimales en lugar de seis; sabía incluso de memoria multitud de logaritmos de los números y funciones trigonométricas que manejaba habitualmente y también las que no usaba tan a menudo.
Reconocía que no era hábil dibujando; pero esta carencia la suplía resolviendo problemas de geometría analítica, plana o esférica. También en trigonometría era infalible. Lo que no se sabía de memoria, lo deducía. Según su sobrino, en cálculo integral y diferencial era brillante. Cualquier cuestión que al joven le llevaba media hora o incluso una hora entera, para su tío era una solución inmediata. Tantas veces se había encontrado con la misma integral, o una parecida, que se la sabía de memoria. Y formaba parte de 'las inmediatas'.
Tampoco andaba precisamente cojo en el terreno de la mecánica, resistencia de materiales y elasticidad, química aplicada y, sobre todo, cuando ya iba siendo mayor, Ciencia de la Vida, pero esa ya es otra historia.
Tras la muerte de su hermano Emilio, en 1972, permaneció en Calasparra con su madre. Y cuando murió ella, en 2004, fue perdiendo paulatinamente el interés por las cosas de este mundo, "lleno de idiotas engreídos dedicados a ganar dinero explotando a los demás sin saber exactamente para qué". Hace unos días, el 5 de abril de 2010, a las cinco y media de la tarde, fue enterrado junto a su madre en el cementerio de Calasparra.
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