viernes, 26 de diciembre de 2008

La fuerza que movió a los gemelos Amenábar para triunfar en la PSU


En el periódico digital http://www.lasegunda.com/ aparece un escrito firmado por Lilian Olivares que transcribo:

Viven en La Dehesa, en una casa bonita, con piscina. Tienen ojos azules, son atractivos y divertidos. Estudiaron toda su enseñanza básica y media en el colegio Cordillera, en San Carlos de Apoquindo. Un establecimiento de la Sociedad Inmobiliaria Educacional (Seduc), ligada al Opus Dei.
Benjamín y Pedro son gemelos y ambos sacaron puntaje nacional en la PSU: marcaron 850 en Matemáticas. Así contado, todo parece fácil. Pero la vida no es una fotografía, decía un candidato presidencial, sino una película. Y la película de la familia de estos gemelos, los Amenábar Figueroa, es de primaveras e inviernos. Lo que hay detrás es una historia de lucha para obtener una meta. Porque no fue un "chiripazo" el logro que alcanzaron. Ellos se lo propusieron.
Recuerdos de infancia: El primer recuerdo de infancia que se le viene a la mente a Benjamín es una tarde en la piscina. Tenían 3 o 4 años. Mientras sus hermanos mayores (son nueve en total) nadaban, ellos se quedaban sentados en una tabla de body en la orilla. Lo habían conversado: si algún día uno de los dos caía, el otro tiraría la cuerda para salvarlo. Y ocurrió: Bejamín se cayó al agua. "Pedro me pasó el cordel y me salvé". Pedro acota: "Siempre estaban mis hermanos grandes en la piscina. Obvio que se iba a salvar...", dice, intentando disminuir su hazaña.
En cuanto a sus propios recuerdos, cuenta que tenían un idioma propio con Bejamín. "Modulábamos pésimo. Nadie nos entendía. Mi hermana Catalina, que tiene un año más que nosotros, hacía de traductora y decía: "Los gemelos quieren Coca-Cola".Siempre fueron muy unidos. Pero no sólo entre ellos, incluso con el hermano más grande, 15 años mayor que ellos, hoy casado y con tres hijos. De los 9 hermanos, los seis menores continúan en la casa familiar. Así es que el hogar sigue ruidoso, especialmente por ellos. Hasta segundo básico, los vestían iguales. Pero entonces comenzaron a reclamar. Y los gemelos, que nacieron sólo con dos centímetros de diferencia, al paso de los años se fueron distinguiendo más. Especialmente en la adolescencia, cuando Pedro se pegó primero el estirón y quedó ocho centímetros arriba. Se desarrollaba antes que Benjamín.
Distintos métodos de estudio: Los dos eran atletas cuando chicos. Más tarde lo dejaron. Benjamín siguió aficionado al fútbol y al tenis, "pero no hay mucho talento", reconoce. De ahí las quebraduras y los yesos. "Cuando están solos se portan muy bien y cuando están juntos, muy mal", decían de ellos. "Y hasta ahora nos potenciamos. Somos buenos para tirar chistes", cuenta Pedro.
Se levantaban a las 6:20 de la mañana para tomar el bus y llegar al colegio antes de que sonara el timbre, a las 8:15. Un 5,8 era el promedio que solía obtener Benjamín en la enseñanza básica. Y así como tuvo un crecimiento físico más lento que su hermano Pedro, del mismo modo se puso aplicado después. Terminó la enseñanza media con promedio 6,4. Su hermano gemelo fue el mejor de su curso, el A, y promedió un 6,6. Ambos tenían distintos sistemas de estudio, antes de comenzar a prepararse para la PSU. Pedro, el metódico, prefería planificar su semana con el calendario de pruebas que le daban mensualmente en el colegio y no estudiar de un día para otro. Llegaba a la casa pasadas las 4:00 de la tarde, tomaba té y se ponía a estudiar para las clases y para la PSU. No recuerda haber estudiado después de las 8:00 de la noche. Benjamín, el relajado, prefería darse un "break" primero. Tomaba los libros a eso de las 7:00 de la tarde. Y Filosofía, que le costaba más, la repasaba después de comer... hasta que comprendía la materia. Sacó premio a fines de año. En Historia, cuando tenían que leer cuarenta páginas, uno estudiaba 20 y el otro las otras 20. Luego, el primero le enseñaba las 20 primeras páginas al segundo, y el segundo las 20 últimas al primero.
Se propusieron prepararse fuerte para rendir una buena PSU. Cuentan que hicieron más de 50 guías. Y tomaron clases particulares de matemáticas con la profesora Pilar Heussler. En las otras áreas, como verbal, se sentían muy seguros con la preparación que les dio el colegio Cordillera. De hecho, Pedro le consultó a su profesor Marcelo Zavala, "señor, ¿me meto a pre?" Le contestó que no. Y lo ayudó y le fue bien. También reconoce el apoyo de su profesor de Matemáticas Pedro Aliaga. Benjamín le agradece a su profesor Alejandro Leighton. Los dos están contentos de haber estudiado en el Cordillera.
Valoran la educación personalizada, con 30 alumnos por curso y sólo el A y el B en cada nivel. "Un buen profesor es el que motiva a sus alumnos, te apoya y exige mucho", concuerdan. Y acotan: "Es muy importante no quedarse con las dudas en clases. Nosotros preguntábamos y nos explicaban".
Faltaba un mes para dar la prueba y los gemelos decidieron levantarse todos los días a las nueve de la mañana, para ejercitarse. Ya habían salido del colegio. Cuando uno no entendía un ejercicio, el otro lo ayudaba. Una semana antes dejaron las guías de estudio. Ya no había más que hacer. El resto era entregarse a Dios. "Son hijos del rigor estos niños", dice la madre, Lucía Figueroa. "Tienen muy merecido su logro".
Se casó a los 21 años con el ingeniero civil Ignacio Amenábar, que tenía 22. Habían pololeado 4 años. Ambos venían de familias numerosas, de modo que tener 9 hijos no fue raro para ellos. Por el contrario, "nadie que tenga muchos hijos se arrepiente. Al revés, es una maravilla". Lucía estudió para ser intérprete, pero suspendió cuando quedó esperando a su primer hijo. Luego "llegó el choclón y Dios quiso otra cosa". Los asados del fin de semana que preparaban en el jardín, la comida en la noche con todos, pintar entre todos la casa, eran instancias de unión y de saber qué estaba pasando con cada uno de los chicos. De hecho, en cuanto a los "carretes", Lucía piensa que más importante que la hora de llegada es saber dónde y con quién están los hijos. Dice que han vivido momentos buenos y malos, como todo el mundo. Y uno especialmente triste: en febrero del año pasado falleció su marido, el papá de los gemelos. Fue inesperado. Estaba con depresión. - Eso fue muy difícil, pero nos unimos mucho y al final salimos adelante. El era muy luchador en la vida, y muy tirado para arriba. Pero es difícil sacar adelante una familia tan grande y lograr las metas. El trabajó en distintas cosas. De repente le iba bien, de repente mal. Pero fuimos muy felices y muy unidos.
-¿Cómo se hace para que los hijos salgan estudiosos?
-Cuando se murió el papá, ellos, los gemelos, se pusieron esa meta. Maduraron mucho con el sufrimiento y ahora lograron lo que querían. Los dos chicos lucharon por ser puntaje nacional. Sus reglas familiares fueron claras: primero que todo, nunca faltarles el repeto a los padres y no mentir jamás. Y tratar de vivir cerca de Dios... no soltarle la mano.
Cariño familiar y esfuerzo. Esa fue la clave de los gemelos sobresalientes en la PSU. Lucía y sus 9 hijos "Con mi marido éramos distintos, pero nos aveníamos perfecto. El era entretenido, el del asado, hacía que nuestros 9 hijos participaran", cuenta Lucía.
-¿Cómo manejaron con sus hijos el tema de la plata?
-Yo pienso que es muy bueno que los niños vivan más bien escasos de plata. Así son menos materialistas, entienden mejor a los demás; son capaces de ponerse en el lugar de los otros.
-¿Qué considera fundamental en la educación de los hijos?
-Hacer mucho hincapié en los valores, principalmente el respeto y siempre la verdad. Lo demás, para nosotros no es tan relevante.

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