martes, 5 de mayo de 2009

¿Sirven para algo las matemáticas?,...


Estaba un náufrago en una isla deshabitada, sin alimentos y desesperado por su situación, cuando de pronto en el horizonte ve sobrevolar un globo que se precipita sobre la playa destruyéndose. Se acerca y ve a un hombre emergiendo sobre el artefacto y leyendo un libro, desesperado, el náufrago le pregunta: ¿dígame dónde nos encontramos?, el hombre, parsimonioso, le contesta: pues nos encontramos en una isla deshabitada. El náufrago, estupefacto, le vuelve a preguntar: ¿acaso es usted un matemático?, pues claro, ¿cómo lo ha adivinado? Y el náufrago le contesta: lo supe porque su respuesta es exacta, objetiva y concreta, pero no sirve para nada.

A los profesores de matemática nos ha tocado oír muchas veces la cantaleta: “oiga profe, ¿cree que resolver ecuaciones o acordarme del teorema de Pitágoras me servirá de algo en la vida?”, y el profesor procede a explicarle lo maravilloso de la matemática, su mundo de símbolos salidos de la abstracción humana, su potencialidad en los cálculos, etc. Pero el alumno, en las mismas. La matemática no deja de ser la odiosa materia que huele a álgebra de Baldor y 100 ejercicios para mañana, o llamo a tu representante.Pero, ¿alguna vez nos hemos puesto a pensar que la magia de la matemática consiste, entre otras cosas, el tratar con seres invisibles, que no existen sino en nuestra mente?, ¿acaso alguien ha visto pasearse por la Amazonas al número 2, o al 100 trotar en la Carolina?, esas formas extrañas, indo-arabescas: el 2 parece un ganso, el 8 es un trébol de 2 hojas Y solo necesitamos diez símbolos para poder “abstraer” las cantidades reales de los objetos de la naturaleza, para comparar, para decir que unos tienen menos que otros o para calcular el dinero que nos sobra hasta llegar a fin de mes.Para algunos, la matemática es un medio de vida, enseñarla nos da de comer, para otros en cambio es un martirio. Pero, nadie se salva de ella, es una materia que está presente en el currículo académico de todas las instancias educativas del mundo. Cuando hablamos de “cultura general”, todos saben quien escribió el Quijote, o el que pintó la Mona Lisa pero cuando se les pregunta ¿quién fue Euler?, o ¿si saben de la historia de Galois?, o de Hipatia o Sofía Kovalévskaya? o ¿quién mismo inventó el cálculo?, las respuestas no van más allá de la vaga idea de una matemática “aprendida” en el colegio con el recuerdo de noches dedicadas al factoreo.

Hay matemática en nuestras actividades cotidianas, al contar lo que nos devuelven en el autobus, en el banco, en el mercado; hay quien se apropia de una matemática para sí, cuando cuenta el tiempo en número de canciones en su iPod o el campesino que cuenta la distancia por el número de cigarrillos que se fuma. La matemática es ese camino mágico que recorre la mente humana para conectarse con el universo, lo decía Galileo: “la naturaleza es un libro abierto escrito en el lenguaje de las matemáticas”. Ahora dejamos a nuestro náufrago, ojalá se encuentre en la isla de Samos y el matemático le cuente la historia de la Escuela Pitagórica, al menos para entretenerse hasta que llegue un barco.

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