
Desde hace tiempo se viene hablando reiteradamente sobre el nivel de matemáticas de los estudiantes que acceden a la Universidad. Zulima Fernández Muñiz, profesora del departamento de Matemáticas de la Escuela Politécnica Superior de Gijón desde hace casi veinte años, lo viene observando y es que existe una mayor disparidad de conocimientos de matemáticas entre los alumnos y alumnas que acceden a primer curso. Así nos dice:
"Una pequeña parte de ellos tiene un buen nivel y sigue con facilidad las explicaciones; otra algo mayor tiene un nivel bastante bajo y no se ve capaz de seguirlas, y el resto, que son mayoría, no pertenece claramente a ninguno de estos grupos. Los primeros no necesitan la tutela del profesorado ya que suele estar formado por alumnos motivados y acostumbrados al estudio; los segundos no tienen suficiente interés para seguir adelante y son los que abandonan los estudios el primer curso, sin siquiera utilizar las tutorías que la Universidad pone a su disposición. Con los alumnos del grupo mayoritario el docente juega un papel importante porque, por medio del estímulo al trabajo continuado y del ánimo, se puede conseguir que algunos de los que estaban próximos al suspenso pasen a formar parte de los que superan el curso. Desafortunadamente, esta labor docente, que beneficia sin lugar a dudas al alumnado, y que utiliza la mayor parte de la carga ocupacional del profesor en forma de tutorías y elaboración y corrección de material didáctico y ejercicios, no tiene valor curricular alguno para los profesores. Lo que nos motiva no es más que la satisfacción del deber cumplido y el reconocimiento de algunos alumnos, que se pone de manifiesto cuando nos saludan en la calle, cuando recibimos e-mail en los que cuentan alguna de sus experiencias después de dejar la Universidad, o incluso cuando nos visitan mucho tiempo después, aunque sólo sea para saludarnos y preocuparse por nosotros. Volviendo al tema de la disparidad de conocimientos, ¿por qué se produce? Mi impresión es que una posible causa puede ser el que hace años los alumnos con conocimientos deficientes en matemáticas descartaban matricularse en una Ingeniería y, además, los que se matriculaban venían mentalizados para la dificultad que suponía adquirir los conocimientos necesarios de las asignaturas básicas a las que tenían que enfrentarse en los primeros cursos. Sin embargo, en estos últimos años cambió la actitud de los alumnos frente a la dificultad de las materias. No es sólo que carezcan de los conocimientos suficientes, sino que se comportan como si ese defecto se pudiera suplir con el trabajo del profesor, y el esfuerzo personal no fuese necesario. Llegados a este punto me pregunto: ¿Ya traen los alumnos esta actitud del Bachillerato, apoyada en la necesidad de obtener unas buenas estadísticas que enmascaren el fracaso escolar? ¿Podría estar respaldada esta actitud por el hecho de que los docentes hacemos cada vez más esfuerzos en rescatar a aquellos alumnos que antes no se matricularían? ¿Es mejor, desde el punto de vista de la formación del futuro ingeniero, dirigir el esfuerzo a recuperar a estos alumnos, o a conseguir que los más capacitados alcancen un nivel superior al actual? Creo que no debe acotarse superiormente el nivel de conocimientos para que los siga la mayoría, sino exigir unos conocimientos mínimos imprescindibles sin los que se hace muy difícil la formación del ingeniero que demanda la sociedad. Esto sólo se consigue con ilusión y esfuerzo de todos, profesores y alumnos, y así en un futuro próximo no tendremos que lamentarnos de un fracaso social que no podemos permitirnos".



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