jueves, 30 de julio de 2009

Matemáticas cotidianas


Los refranes, como los hay a pares (y contrapuestos, y) para cada ocasión, siempre los vamos a tener acompañándonos durante nuestra vida. A veces, de modo tan inconsciente que no seremos capaces de sacarles todo el saber que incorporan. Nos acostumbramos a vivir la cotidianeidad a una velocidad tan alta, que no queda tiempo para sumergirnos en el placer del bagaje cultural que acompaña, como si nada, a nuestra vida diaria.
Algo así pasa también con las matemáticas. Me refiero al hecho de lo acostumbrados que estamos a convivir con esas figuritas que, siendo sólo diez, son capaces de expresar cualquier número que precisemos para una operación comercial o el que se nos pueda antojar jugando al "número más grande".
El hecho de que las cifras del 0 al 9 tengan "valor posicional" es algo tan natural para nosotras, las personas, que no nos supone el más mínimo contratiempo: "9, dime qué posición ocupas, y te diré quién eres", es la pregunta del tipo Ortega y Gasset que estamos tan acostumbrados a hacerle al 9, que él mismo nos la responde sin tener que llegar a pedírsela.
Reflexionemos sobre lo crudo que lo tenían los que, en el Imperio Romano, se dedicaban a la contabilidad. Tú mismo puedes hacer la prueba: multiplica XXV por IV, y justifica, ¡a la romana!, que el resultado es C. Por tanto, no sólo es importante la posición para el valor del número: ¡eso ya lo sabían hasta los romanos de quienes acabamos de reírnos! La clave de la importancia estriba, por tanto, en las posibilidades "calculísticas" que nos da esta forma de expresar los números.
Dirás: "¡el ejemplo anterior es muy sencillo hacerlo de cabeza!". Efectivamente, pero si en vez de pedirte que multiplicases 25 por 4, te hubiese propuesto que realizases el producto de MCI por IXD, te habrías dado cuenta de lo importante que es saber expresar lo anterior como 1101 multiplicado por 491: ¡no más que un ejercicio para nuestras criaturas de los primeros años de primaria!
Tan acostumbrados estamos, que no pensamos en otras formas de expresar "los números". De hecho, y bastando dos símbolos (el 0 y el 1, concretamente) podemos no sólo volver a reescribir (ahora en base dos o binaria) todos los números, si no dar la base para que los ordenadores puedan entender todos los mensajes que estemos dispuestas a ordenarles a partir de la sencilla idea de que para funcionar les basta dos unidades de información: encendido y pasa corriente (el 1) o apagado y no pasa (el 0).
Estando como estamos en un mundo tan de derechos de autor, ¿quién estaría dispuesto a pagárselos al creador de aquellos símbolos? ¡Pobre indo-arábigo!

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