Muchas mujeres de la región se arrepienten a diario de no haber seguido estudiando. Algunas dejaron de lado los libros para ocuparse de su casa y otras por falta de dinero o porque no les gustaba. Aunque nunca es tarde para volver a empezar.
Gregoria de la Iglesia, con 83 años de edad, lleva cinco años participando en el programa 'Leganés contra el analfabetismo' y de entre todas las alumnas que forman parte de este proyecto es una de las que más rápido aprende año tras año, a pesar de ser de las más mayores. Esta señora, a la que le encanta avanzar en cada clase un poco más, asegura que no sabía ni escribir su nombre cuando empezó. "Ahora ya lo escribo sin problemas", explica. Al igual que María Dolores, otra de las alumnas, que a sus 75 años reconoce ser mayor, "pero no vieja", para seguir estudiando.
Su profesora, María José Encabo, asegura que son "unas 'estudiantes' muy trabajadoras" y que asistir a estas clases les "encanta". Hace unos años, la mayoría de estas personas firmaban con el dedo cuando iban al banco porque no sabían escribir ni una palabra, ahora ya saben hacerlo e incluso firman con su nombre. "Eso les hace mucha ilusión", comenta la maestra. Además a muchas de ellas no les gusta ver la tele, como es el caso de Gregoria, y prefieren invertir el tiempo en aprender todas aquellas cosas que de pequeñas no tuvieron la oportunidad de hacer.
Las edades de las personas que vuelven al colegio, años después de haberlo dejado, varían en función del grupo y del nivel, aunque oscilan entre los 45 y los 83 años. "Hay clases donde se enseña principalmente a escribir el nombre de cada persona y se practica la caligrafía, en otras se hacen dictados y actividades con más nivel e incluso en algunas se hacen multiplicaciones y divisiones", afirma el responsable de este programa municipal, Andrés Fernández. El número total de alumnos y alumnas de esta iniciativa es de 740, de los cuales 65 son hombres.
Las 98 personas encargadas de dirigir estas clases, con una media de edad de entre 45 y 50 años, son voluntarios con distintos estilos de vida. "Contamos con jóvenes, con mayores, con estudiantes en prácticas, con amas de casa, con maestros retirados, con parados...", explica Fernández. Todos ellos, antes de comenzar a ejercer como 'profesores', recibieron un curso de formación fuera de la región, con el objetivo de relacionarse con la gente y crear afectividades entre ellos.
Según uno de los responsables de estos cursos, los monitores voluntarios interesados en este proyecto son cada vez menos jóvenes. "Últimamente estamos recibiendo más personas recién jubiladas que antes, lo mismo que ocurre con las amas de casa, especialmente cuando sus hijos dejan el domicilio familiar". Cada maestro tiene entre 8 y 10 alumnos por grupo y en cada clase trabajan dos monitores, que dedican cuatro horas semanales de su tiempo libre a personas que han decidido volver de nuevo a la escuela. Ninguno de ellos tiene un programa a seguir, impuesto por el propio centro, sino que cada conjunto de personas se marca sus propios objetivos y los plazos de aprendizaje. "Al tener más o menos los mismos niveles formativos son ellos los que deciden qué actividades se llevarán a cabo en las diferentes sesiones", comenta Fernández.
Pero este programa no solo incluye matemáticas y talleres de escritura, sino que también organiza visitas a Madrid para conocer la ciudad, proyecciones de películas, excursiones por la región, grupos de teatro, poesía y encuentros con escritores, entre otros. El objetivo: que no solo se centren en las clases, sino que también disfruten un poco de la cultura en general, "y conozcan todas sus facetas", explica el responsable. Los grupos con más formación reciben también cursos de informática, "porque la alfabetización también es digital", añade Fernández. Y afirma: "Muchos de ellos se quedan sorprendidos al descubrir la potencialidad de Internet e incluso hay señoras mayores que se enganchan".
Muchas de las personas interesadas en formar parte de 'Leganés contra el analfabetismo', un proyecto que comenzó en 1982, se enteran por el boca a boca. "Y todos tienen su puesto", afirma el máximo responsable de la iniciativa, "todos son bien recibidos. Nunca hemos dicho que no a nadie". Hasta el momento cuentan con 18 espacios repartidos por todo la ciudad, para que "la gente de los distintos barrios no tenga que desplazarse hasta la otra punta del municipio para asistir a clase, ya que muchos de ellos son personas mayores y no tienen la misma facilidad de movimiento que una persona joven".
Los grupos reciben un total de 40000 euros al año para organizar las diferentes actividades a desarrollar a lo largo del curso. Una comisión formada por los cuatro partidos políticos de Leganés (PP, PSOE, IU y ULEG) y todas las entidades culturales del municipio es la encargada de decidir cómo se reparte este dinero. "Es un consenso entre todos los bandos, donde queda fuera la lucha política diaria que tienen dentro del Ayuntamiento", asegura Fernández. Un acuerdo entre todos los bandos municipales gracias al cual muchas mujeres han podido superar una de sus asignaturas pendientes.
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