La evaluación realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 2007 sobre la enseñanza en México, es muy contundente en sus conclusiones: la forma de educar a nuestros niños y jóvenes es deficiente, a todos los niveles educativos. La mayor falta se observa en las ciencias exactas, ya que la forma de enseñar es poco atractiva y no propicia un pensamiento creativo ni actitudes analíticas y críticas. Esto se traduce en el poco interés de los jóvenes por las ciencias en general, pero sobre todo un rechazo a las matemáticas y la física.
Este problema está identificado como una de las razones por las que hay muy pocos estudiantes que se interesen por continuar carreras en ciencias exactas y naturales, con el consecuente reducido número en la formación de científicos.
¿Qué se ha hecho para remediar tal problema y poder aumentar el número de personas que se dediquen a la investigación y sus aplicaciones? Tal vez se ha hecho muy poco, pero como en todo hay algunas excepciones y el programa, motivo de esta nota es un esperanzador ejemplo.
En una reciente visita a Mérida, con motivo de la realización de la Olimpiada Internacional de Física 2009 en julio pasado, tuve la oportunidad de conocer uno de los programas que el gobierno del estado de Yucatán impulsa para despertar vocaciones científicas en los niños.
El programa es llamado Raíces Científicas y tiene como finalidad identificar de entre los niños que terminan la educación primaria, aquellos que se han destacado por su dedicación e interés en materias como las matemáticas y las ciencias naturales, que además tengan aptitudes de liderazgo y curiosidad por la naturaleza. La selección se lleva a cabo durante los meses de junio a septiembre y en octubre empiezan las actividades del programa. Al grupo seleccionado se le organizan talleres y conferencias en las instituciones de educación superior y centros de investigación del Estado, a lo largo de los tres años de su educación secundaria. Los jóvenes trabajan con profesores e investigadores en diversos temas de biología, física, química y matemáticas sin descuidar temas de humanidades y ciencias sociales.
Es encomiable que los investigadores de las diversas instituciones yucatecas tengan la disposición de dedicarles parte de su tiempo a estos jóvenes y mostrarles lo importante e interesante de su trabajo académico; esto constituye un gran ejemplo. Además, el hecho de visitar los laboratorios de investigación y convivir con científicos y jóvenes estudiantes de posgrado les ofrece la oportunidad de apreciar en forma directa la vida académica.
La idea de invitar a personal de la Unidad Mérida del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados de la Universidad Autónoma de Yucatán, el Centro de Investigación Científica de Yucatán, y la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre otras instituciones, a participar en este proyecto, es de reconocerse como una acción vanguardista en nuestro país y el hecho de que ellos acepten participar es digno de elevarse a ejemplo.
Este programa empezó a operar en 2005 con un grupo de 35 estudiantes y a la fecha han egresado dos generaciones. En él han participado 175 estudiantes de entre 12 y 15 años provenientes de escuelas primarias públicas y privadas, tanto de Mérida como de algunos otros municipios. Los resultados son muy halagüeños. Una encuesta aplicada a los miembros de la primera generación arroja la estadística de que el 38% desearía estudiar biología, el 27% física, el 15% matemáticas, el 8% química, el 8% antropología y el 4% astronomía. Es interesante también hacer notar que a la pregunta de: ¿A qué nivel de estudios les gustaría preparase en el futuro?, el 77% respondió que el doctorado es su meta y 15% la maestría.
De esa generación, el 62% son hombres y el 38% son mujeres. Nada mal, sabiendo que el número de mujeres mexicanas científicas es mucho menor que el de hombres.
Una pregunta que se plantea en forma natural es: ¿Qué pasa con los jóvenes al final del programa? La respuesta del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Yucatán (Concytey), oficina estatal que cobija el programa, es que al final del programa a los estudiantes que lo terminan exitosamente se les incorpora a otro programa denominado Sabia, se les apoya y da seguimiento. ¡No hay que perder a los jóvenes que han demostrado aptitudes e interés por la ciencia! Ejemplar, me parece la política del estado de Yucatán.
Sin embargo, estos programas no nacen por azar del destino o por mandato divino, es el resultado de un esfuerzo continuo de algunos investigadores que además de hacer bien su trabajo de investigación le han dedicado parte de su tiempo a mejorar la enseñanza de la física y de las matemáticas en ese estado. Un grupo del Cinvestav-Mérida se dedica desde hace más de 10 años a preparar a estudiantes de preparatoria para su participación en las Olimpiadas Nacionales de Física y Matemáticas. Los resultados de ese germen del programa Raíces Científicas son igualmente alentadores. En las Olimpiadas Nacionales de Física, sus alumnos han conseguido medallas de oro y plata en forma regular desde 1994 y han ganado un lugar en la selección que representa a México en las Olimpiadas Iberoamericanas e Internacionales. El año pasado uno de sus estudiantes ganó una mención honorífica en la Olimpiada Internacional de Física realizada en Hanoi, Vietnam, y este año otro joven yucateco representará a México en la Olimpiada Iberoamericana de Física a realizarse dentro de unos días en Santiago de Chile.
Me parece también relevante mencionar que las autoridades estatales han estado apoyando este tipo de iniciativas desde la fundación del Concytey, en 2003. La importancia de identificar a niños y jóvenes con una alta capacidad intelectual y motivarlos a seguir una carrera científica, fue uno de los retos que tomó desde un inicio. Un programa parecido tratamos de instrumentar en San Luis Potosí en 1996 con la creación del Consejo Potosino de Ciencia y Tecnología, el cual tuve el honor de fundar y de sugerir un programa que identificara, estimulara y premiara a niños y jóvenes destacados. Comparado con lo logrado en Yucatán, nuestro éxito fue reducido. La amalgama con las instituciones de educación superior locales y el involucramiento de sus investigadores con ese programa, no se dio. Sin embargo, viendo lo realizado por el Concytey se puede reestructurar el programa.
Además, aprovechando la Red Nacional de Consejos y Organismos Estatales de Ciencia y Tecnología, se puede exportar este ejemplo a todo el país. Esta asociación civil fundada en 1998 por los directores de esos organismos de ocho estados, cuenta ahora, 10 años después, con organismos de todos los estados del país y de la ciudad de México. Una de las políticas actuales del Conacyt es apoyar en forma importante los programas propuestos por esos organismos y no hay duda que éste tiene toda la justificación para su realización. Así, en lugar de decenas de jóvenes interesados en la ciencia tendríamos tal vez cientos.
Es claro que este tipo de programas no pretende sustituir la educación formal, sino complementarlo con actividades académicas bajo un modelo educativo interactivo y personal, en el que los educadores son investigadores activos en temas de importancia actual y de frontera.
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Según José Luís Moran: En México, la forma de enseñar matemáticas es poco atractiva
En http://www.cronica.com.mx se publica hoy, 30 de septiembre de 2009, un artículo de opinión cuyo autor es José Luis Morán López.
José Luis Moran López es miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC) y Profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, y escribe lo siguiente:
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