martes, 19 de enero de 2010

Thomas Kailath, el increíble hombre de los chips menguantes, Premio de la Fundación BBVA



No hay invento en la historia de la humanidad que haya llegado en menos tiempo a tantos miles de millones de personas como la telefonía móvil. Los teléfonos celulares se han convertido en una prolongación de nosotros mismos. Eso se nota especialmente en los últimos años, con la irrupción de los móviles inteligentes, que ya alcanzan velocidades de navegación en Internet similares a las de las líneas fijas.
El móvil será -y en muchos casos ya lo es- nuestro comunicador personal, nuestro ordenador de bolsillo, la tarjeta de crédito, el libro electrónico, el navegador del coche e incluso la llave de casa o el mando a distancia de nuestros electrodomésticos.

Y esta revolución inalámbrica ha sido posible gracias a la continua reducción del tamaño de los circuitos integrados, los microprocesadores. El grosor de los microchips actuales es incluso menor a la línea más fina que se pueda trazar con la punta de un lápiz. 
Y no acaba ahí la cosa, porque cada año se duplica el número de transistores que "caben" en un circuito integrado. Algo que hace apenas una década parecía imposible de conseguir.
El padre de tan brutal transformación, que tanto ha modificado nuestra vida cotidiana, se llama Thomas Kailath, estadounidense nacido en Pune, India, en 1935. Trabaja como catedrático de ingeniería en la Universidad de Stanford.
Sus investigaciones matemáticas hicieron posible romper esa barrera en la miniaturización de los chips. Hasta entonces las características más pequeñas que se podían grabar en un chip eran de 100 nanómetros (un nanómetro es una millonésima parte de un milímetro).  Ahora el límite está en 32 nanómetros.

Un jurado internacional, nombrado por la Fundación BBVA, le ha concedido el Premio Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación por sus hallazgos teóricos.
El galardón, dotado con 400000 euros, es el más importante del mundo en esta área. Según el jurado, las aportaciones matemáticas de Thomas Kailath han permitido desarrollar nuevas aplicaciones tecnológicas y sus trabajos son referencia para todo el sector de las nuevas tecnologías.
Se le reconoce porque su labor ha permitido fabricar circuitos integrados con componentes de dimensiones menores que la propia onda de luz que se usa para construirlos.
En los años ochenta, Kailath se interesó por la transmisión de las señales inalámbricas y puso las bases para el futuro desarrollo de lo que hoy conocemos como wifi o del GSM, el estándar de comunicación móvil más utilizado.
Su pasión por un mundo sin cables había comenzado décadas atrás, en 1950, cuando las emisiones de televisión se posicionaron como una tecnología emergente.




Este investigador, que ha dirigido alrededor de 80 tesis doctorales y ha trabajado con "cerebros" de todo el mundo, predice que "los teléfonos móviles serán cada vez mejores, con más capacidad de computación. Llegarán a sustituir a los ordenadores".
Kailath se confiesa "maravillado" por la ubicuidad que proporcionan estos aparatos: "Hoy en día la gente piensa que si no coges el teléfono es que te ha ocurrido algo. Yo no lo llevo siempre, porque como toda tecnología tiene sus inconvenientes, pero la posibilidad de estar siempre conectado globalmente es muy buena".
Las bases que empezó a construir hace años Thomas Kailath y que permiten la miniaturización constante de los microchips parecen no tener límite. La industria ya se ha puesto manos a la obra con proyectos basados en la nanotecnología.
Junto a la Universidad de Cambridge, el gigante finlandés Nokia dedica, por ejemplo, varios millones de euros cada año al Proyecto Morph, que pretende revolucionar la fabricación de móviles a partir del año 2015.
Haciendo uso de la nanotecnología, se investigan materiales flexibles, transparentes, superficies extrafinas y autolimpiables, que se recargan con luz solar y que tienen la capacidad de convertirse en una pantalla plana, una pulsera, un broche o cualquier otro "gadget" imaginable.
Todavía es ciencia-ficción, pero en unos pocos años será sólo ciencia. Hagan sus apuestas.

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