domingo, 26 de diciembre de 2010

Corren malos tiempos para las carreras clásicas...


Corren malos tiempos para las carreras clásicas, esas que hasta hace bien poco las familias con capacidad para enviar a sus hijos a la Universidad consideraban las más importantes y prestigiosas: Matemáticas, Física, Derecho, Química, Ingenierías de Minas, Montes y Agrónoma, Filosofía... Solo Medicina, autorregulada desde hace muchos años mediante un cupo tan rígido que puede causar una escasez de profesionales a medio plazo, se salva de la quema. Las cifras lo explican con tanta claridad que no hacen falta adjetivos para describir la caída. Por cada 100 estudiantes matriculados en Matemáticas en 1999, diez años más tarde apenas había 38, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los de Derecho se han reducido proporcionalmente a la mitad y las ingenierías citadas sufren recortes semejantes.
En el otro extremo, carreras nuevas o titulaciones minoritarias durante décadas registran ascensos vertiginosos: Antropología social y cultural ha multiplicado su número relativo de alumnos por más de cinco; Teoría literaria y literatura comparada, por más de tres, aunque partía de una cifra absoluta muy baja; Investigación y Técnicas de Mercado, Ciencias ambientales y Enología, por dos, y así unas cuantas más, entre ellas Ciencias de la Actividad Física y el Deporte o Ingeniería de Materiales.
¿A qué se deben estos bruscos cambios en las preferencias de los estudiantes? «En parte, a que hay carreras nuevas que hace unos pocos años no existían o eran títulos no oficiales. Hasta la reforma conocida como Bolonia, el catálogo de títulos oficiales era fijo y cerrado. Ahora cada Universidad puede crear sus propios títulos o bien oficializar otros que antes no tenían validez legal», explica José Luis del Val, vicerrector de Investigación de Deusto.
La reforma del propio sistema universitario ha propiciado por tanto la emergencia de nuevas carreras, que a veces están muy vinculadas a la actividad económica de determinadas zonas del país. Es lo que sucede con Enología en comunidades como La Rioja. Pero hay más factores que influyen, en algunos casos de índole social. Por ejemplo, la creciente preocupación mundial por el medio ambiente justifica el aumento del interés por esa carrera. En otros títulos, será una moda efímera, coinciden las fuentes consultadas por este periódico. «Tendremos que acostumbrarnos a ver emergencia de títulos y también su minimización e incluso su desaparición», asegura Carmen González Murua, vicerrectora de Ordenación Académica de Universidad del País Vasco. «Eso no significa que desaparezca ese campo de conocimiento, sino que se reestructura de otra forma, dando lugar a un título nuevo».
Pese a ese componente de moda, llama la atención la caída del interés por numerosas carreras clásicas. En ello influyen numerosos factores, pero los especialistas apuntan hacia una muy deficiente orientación de los alumnos y alumnas mientras cursan el Bachillerato. «Eligen la carrera sin dedicar apenas tiempo a estudiar no solo sus apetencias, sino también las salidas profesionales, los niveles retributivos y de responsabilidad», se queja José Luis García Bengoa, director de Formación de la patronal vasca Confebask. A su juicio, algunas de esas modas o rechazos no tienen justificación racional. Muchos alumnos eligen sus estudios dejándose arrastrar por lo que dicen los tópicos o por lo que hacen sus amigos. En cualquier caso, muy lejos de la reflexión sobre «las áreas económicas en alza», y ajenos a la realidad incontestable de que «los títulos más versátiles proporcionan una mayor empleabilidad en momentos inciertos», como recuerda González Murua.
La situación del mercado también explica las matrículas en la Universidad, aunque la adaptación tarde años en llegar. Es lo que sucede con estudios que tienen su mercado laboral saturado. «Los titulados en Derecho tienen ahora un nivel de colocación bajo; con frecuencia, además, terminan empleados en puestos que requieren una cualificación menor y están en un nivel retributivo inferior. Esa es la razón de la fuerte caída del número de estudiantes», dice García Bengoa.
La dificultad -real o imaginada- de la carrera es también un factor relevante. El modelo social imperante no prima el esfuerzo, como destacan los estudiosos del tema. El resultado es que las carreras de Ciencias y no pocas Ingenierías tienen un atractivo muy escaso en todo el mundo occidental. «Cuando Obama llegó a la presidencia de Estados Unidos puso en marcha un programa de promoción de las ciencias y las ingenierías porque perdían muchos alumnos pese a que son sectores donde hay buen empleo», recuerda Del Val. Sin embargo, la dureza de los estudios en un momento en que socialmente prima la obtención de una recompensa rápida, la exigencia profesional de una actualización permanente de conocimientos y la movilidad a la que se ven sometidos los profesionales de esos ámbitos desaniman a miles de jóvenes.
Con las nuevas titulaciones, al menos en teoría, la formación universitaria debería «ser más flexible y versátil» y prolongarse toda la vida profesional, para adaptarse a un mundo en cambio permanente, dice González Murua. Eso debería evitar cambios en la demanda tan bruscos como los de los últimos años.

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